El diario tenía el olor a polvo viejo, secretos y lágrimas secas. Lo encontré en la biblioteca olvidada de la manada, donde los libros no eran sólo libros, sino advertencias disfrazadas de historia.
No tenía título, ni firma. Solo una tapa de cuero agrietado y páginas llenas de tinta que parecía escrita a fuego. Pero su voz… su voz me atravesó.
“Fui marcada. No por amor. Sino por profecía. El Alfa me ató a él por un designio más antiguo que la sangre. El lazo no era deseo. Era condena.”
Tragué saliva. Seguía leyendo como si cada palabra me arrancara una costra invisible del pecho. La loba hablaba de sueños compartidos, de un deseo imposible de resistir, de un poder que despertaba en ella a medida que el vínculo se fortalecía.
Y luego… hablaba del final.
“El Alfa murió en mis brazos. Yo sobreviví. Pero me convertí en lo que juré nunca ser. Líder por fuerza. Por pérdida. Por destino.”
Mis dedos temblaban sobre la hoja. Había demasiadas coincidencias. Demasiadas similitudes.
No podía ign