Noelia
El silencio que siguió a la transformación de Aidan era tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Mi cuerpo permanecía inmóvil, como si hubiera olvidado cómo moverse. Frente a mí, Aidan había vuelto a su forma humana, pero la imagen de sus ojos ámbar, sus colmillos y esas garras seguía grabada en mi retina.
Lo más perturbador no era lo que acababa de presenciar, sino lo que sentía. No era miedo. O al menos, no el tipo de miedo que debería sentir cualquier persona racional. Era algo más profundo, más primitivo. Una mezcla de fascinación y... ¿deseo? La idea me aterrorizaba más que sus garras.
—Noelia —su voz sonaba ronca, como si le costara hablar—. Di algo, por favor.
Parpadeé varias veces, intentando ordenar mis pensamientos.
—¿Qué quieres que diga? —logré articular finalmente—. Acabo de ver cómo te transformabas parcialmente en... en...
—Un lobo —completó él—. Eso es lo que soy, Noelia. Un hombre lobo. Un Alfa.
Sacudí la cabeza, intentando procesar la información. Una par