Aidan
La luna llena se alzaba sobre el bosque, bañando con su luz plateada cada rincón de nuestro territorio. Desde la ventana de nuestra habitación, observaba a Noelia dormir plácidamente, su respiración acompasada y tranquila. Había pasado casi un año desde que ella apareció en mi vida, alterando todo lo que creía saber sobre mí mismo.
Mi obsesión inicial se había transformado en algo más profundo, más complejo. Ya no era solo el instinto del lobo reclamando a su compañera; era el hombre que había aprendido a amar con todas sus imperfecciones.
Recorrí con la mirada las cicatrices en mi cuerpo, cada una contando una historia de protección, de lucha, de supervivencia. Por ella. Por nosotros.
—¿No puedes dormir? —su voz somnolienta me sacó de mis pensamientos.
—Solo pensaba —respondí, acercándome a la cama y sentándome a su lado.
—¿En qué? —preguntó, incorporándose ligeramente.
—En todo lo que hemos pasado. En cómo llegaste a mi vida huyendo de un pasado doloroso, y yo solo quería pose