Cassie
La encontré al despertar. En la misma repisa donde ayer no había más que polvo, junto al alféizar agrietado, justo encima de donde mi corazón se rompe cada mañana.
Una flor. Viva.
Sus pétalos eran de un rojo profundo, casi indecente. Vibraban con una fuerza que no tenía derecho a estar aquí, en esta prisión disfrazada de hogar. Aún tenía rocío en la punta de sus hojas. Recién cortada. Recién ofrecida.
Mis dedos temblaron cuando la tomé. Como si fuera un artefacto sagrado. O una bomba.
La primera flor podría haber sido un accidente. Una burla. Una ilusión.
Pero esta…
Esta gritaba su nombre.
Damon.
No era imaginación. No era mi mente tratando de consolarme.
Él había vuelto.
Me estaba observando.
Y lo peor —o lo mejor, aún no lo decido— era que no sentí miedo.
Sentí alivio.
Y una punzada brutal de esperanza.
Me recosté en la cama, abrazando la flor contra el pecho. Olía a bosque, a vida, a antes. A cuando podía correr sin mirar atrás. A cuando Damon era el único que conocía mis si