Damon
El aire de este lugar no se parece a nada. Huele a ceniza vieja, a hojas podridas, a tierra que ha guardado secretos más tiempo del que yo he estado vivo. Es perfecto. Es mío. Es… el exilio que elegí.
El refugio está oculto tras un muro natural de raíces y piedra, enterrado en lo profundo del bosque, donde la luna apenas se atreve a mirar. Aquí no llegan los rumores de la manada, ni las órdenes de Lucian, ni las malditas miradas de lástima. Aquí solo existe mi silencio. Y mis cicatrices.
Apoyo la espalda desnuda contra la pared fría mientras dejo que el fuego del hogar me muerda de lejos. El vendaje húmedo se desliza entre mis dedos. No debería doler ya. Fue hace meses, casi un año. Pero la herida del costado sigue recordándome aquella noche. La noche que la dejé.
Podría mentirme. Podría decir que fue por su bien. Que necesitaba alejarme antes de desatar algo peor. Pero no soy tan noble. Me fui porque tenía miedo. No del enemigo. De mí mismo.
El filo me alcanzó en medio del caos