El silencio de la habitación me envolvía como una segunda piel. Habían pasado tres días desde el ataque, y aún podía sentir el eco de los disparos reverberando en mi cabeza. Mis dedos recorrieron instintivamente la cicatriz que comenzaba a formarse en mi brazo, un recordatorio físico de que mi vida había cambiado para siempre.
La palabra "Aurora" seguía danzando en mi mente como un fantasma persistente. ¿Qué significaba? ¿Por qué esos hombres la habían mencionado justo antes de intentar matarnos? Y lo más inquietante: ¿por qué León había reaccionado como si conociera perfectamente su significado?
Me levanté de la cama y me acerqué a la ventana. El cielo amenazaba tormenta, como si la naturaleza quisiera sincronizarse con mi estado de ánimo. Desde el ataque, León se había vuelto más hermético que nunca. Sus ojos, que antes me estudiaban con una mezcla de odio y fascinación, ahora parecían evitarme deliberadamente.
—¿Hasta cuándo vas a fingir que no estoy aquí? —le pregunté esa mañana c