El silencio en la tienda era sofocante, como si el aire mismo se negara a moverse. Mi padre permanecía inmóvil, con la mirada fija en Alden, pero su presencia se sentía como una tormenta a punto de estallar.
—Sal de aquí, Lyra. —Su voz sonó como el filo de una espada afilada.
No dudé. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente y salí de la tienda a paso rápido, sintiendo el peso de la mirada de Alden en mi espalda. Afuera, la noche era espesa, y aunque la luna iluminaba tenuemente el campamento, la oscuridad parecía más profunda.
Mi corazón latía con fuerza cuando escuché pasos detrás de mí. No era Alden.
Era mi padre.
No necesitó decir nada. Su presencia era suficiente para que entendiera que debía seguirlo. Caminamos en silencio hasta llegar al claro donde solía llevarme a entrenar cuando era niña.
Cuando se giró hacía mí, su mirada reflejaba una mezcla de furia y decepción, sus ojos eran como llamas.
—Sabes por