Tres sellos. Tres llaves 

Los lobos formaron un semicírculo alrededor de la entrada. Unos aullaron, otros rascaron el suelo, recordando la rabia y la pasión de la batalla pasada.

Yo me arrodillé sobre la hierba húmeda, rogando en silencio a los ancestros y a los espíritus del bosque que protegieran a mi hijo.

Al cabo de unos instantes que parecieron eternos, Aldan reapareció. Su semblante estaba pálido, y sus ojos reflejaban un fuego interior que nos hizo retroceder involuntariamente.

—Está… vivo —dijo Naya apenas—. Pero esto no es un lugar físico: es un laberinto de voluntades.

—¿Qué significa? —le preguntó Eirik, adelantándose con cautela.

—Cada sombra… cada crujido… es un fragmento del Umbral mismo. Aquí encontraremos puertas que conducen a los tres sellos que faltan. Cada puerta exigirá un sacrificio distinto: sangre, fe y renuncia.

Naya cerró los ojos por un instante.

—Tres llaves, tres sacrificios —susurró—. El primero demanda sangre.

—Lo sé —respondió Aldan, con los labios temblorosos
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