El aire aún olía a tierra húmeda y a las hojas quebradas por el torbellino. Mi corazón golpeaba contra mi pecho mientras intentaba calmar mi respiración. La tienda estaba en penumbras, apenas iluminada por la luz que se filtraba entre las telas.
Me toqué el brazo. La marca ya no brillaba. Ahora era un tatuaje de hojas unidas, su textura parecía parte de mi piel, como si siempre hubiera estado allí. Pero no era así. Algo había cambiado.
El sonido de pasos firmes me sacó de mis pensamientos.
—¿Lyra? —La voz de Alden llegó desde el exterior, profunda, cargada de tensión.
El estómago se me encogió. No lo había visto desde la noche anterior. ¿Cuánto tiempo había pasado realmente?
Alden corrió la tela de la entrada y se quedó allí, observándome con el ceño fruncido. Llevaba la camisa sin abrochar del todo y el cabello despeinado, como si hubiera salido apresurado de su tienda. Su mandíbula estaba tensa.
—Te busqué toda la mañana —