La noticia de que Aldan había superado el Juicio de la Fe se propagó en la aldea como un vendaval de esperanza.
Aquella tarde, a la sombra de los robles centenarios, Eirik reunió a los ancianos y a los líderes de todos los clanes en la Gran Encrucijada.
Los niños jugaban a lo lejos, y las mujeres preparaban pan para alimentar a los guerreros; el aire, cargado de anticipación, olía a tierra mojada y resina quemada.
Las nubes cubrían el cielo, presagio de lluvias venideras, pero ninguno en la aldea se atrevía a cuestionar la victoria momentánea.
Eirik, con la voz firme, expuso los detalles de la tercera prueba:
—El Tercer Sello, la Renuncia, yace en el Santuario del Corazón Silente. Allí, quien pretende cerrarlo debe ofrecer lo más preciado—.
Mi compañero se había convertido en un líder fuerte y respetado. Algo que me sorprendía y me hacía admirarlo.
El cazador de lobos ahora luchaba a su lado, defendiendo sol