Capítulo 6
Punto de vista de Eva

Estaba sentada en la cama, contemplando mi celular con anhelo esperando una llamada que nunca llegaría. Ya ni siquiera entendía por qué seguía importándome cuando era evidente que Max no llamaría. Desde su partida, no había pronunciado una sola palabra hacia mí; ni una disculpa, ni una explicación, nada. Típico de él, se comportaba, como si yo cargara con toda la culpa.

Me dolía mucho el pecho, intenté frotármelo con las manos para sentirme mejor, pero no funcionaba, ya que el dolor era demasiado profundo. No podía dejar de pensar en esa mañana, en la forma en que Max me miró, como si fuera algo asqueroso pegado a su zapato. En cómo sonaba su voz cuando me hablaba. Me odiaba, lo sabía. Pero no entendía por qué. ¿Qué le había hecho para merecer tanto desprecio?

Me levanté y abrí las cortinas para inundar la habitación con luz. A pesar del sol radiante, la frialdad persistía dentro de mí. La oscuridad y el peso de mi realidad me oprimían el pecho, dificultando cada respiración. Quería escapar, pero ese matrimonio se había convertido en mi prisión, con paredes que día a día estrechaban más su cerco.

Entonces mi celular vibró y por un segundo, mi corazón dio un salto, solo para ver que era una insignificante alerta de noticias. Con un suspiro, desbloqueé la pantalla buscando cualquier distracción que aliviara mi dolor, hasta que de pronto, vi algo que paralizó todo mi cuerpo.

“CAPTAN A MAXIMILIANO GRAVES EN una ACTITUD ROMÁNTICA CON LA TOP MODEL SARA MORENO, HERMANA DE SU ACTUAL ESPOSA, EVA MORENO GRAVES: CRECE ESPECULACIÓN SOBRE CRISIS MATRIMONIAL”.

No podía respirar, mis manos temblaban mientras deslizaba el dedo sobre la pantalla. Al ver las fotos de Max y Sara juntos, sentí como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago.

En la primera foto caminaban juntos, ella con su brazo entrelazado al de él, sonriendo de una manera que me revolvió el estómago. Y Max lucía feliz, como si viviera el mejor momento de su vida, ajeno a cualquier tipo de problemas.

La segunda imagen fue todavía más dolorosa para mí: Sara con su mano sobre el pecho de él, le susurraba algo al oído, estaba tan cerca que podía imaginar su aliento sobre su piel. Max, lejos de apartarse, parecía disfrutar cada segundo de aquella cercanía.

Las náuseas me invadieron, pero contuve las lágrimas mientras sujetaba el celular con tal fuerza que mis nudillos palidecieron. A pesar del dolor que cada palabra me causaba, no podía dejar de leer la noticia.

El artículo describía a Sara como una famosa modelo, mencionaba la amistad desde la infancia entre Max y ella, también especulaba sobre un posible reencuentro amoroso. Las palabras nadaban ante mis ojos y cada línea me desgarraba el corazón.

Siempre supe que Max tenía sentimientos por Sara, pero verlo así ante todos, fue como presenciar mi propia pesadilla volverse realidad. Ni siquiera intentaba disimularlo. Lo que siempre temí ahora quedó claro para todos: Max nunca se había preocupado por mí, ni antes, ni ahora.

Arrojé el celular sobre la cama y me puse a dar vueltas por la habitación. Las lágrimas que tanto intenté contener finalmente corrieron libres por mis mejillas. ¿Cómo se atrevió a hacer algo así? Exhibiendo su romance con Sara mientras estábamos casados, aunque nuestro matrimonio fuera solo una fachada, aún existía un compromiso entre nosotros. Su crueldad me atravesó como un cuchillo, fue como si yo no existiera para él.

Intenté secarme las lágrimas con manos temblorosas. La tristeza y la rabia se mezclaron en mi interior como una tormenta, aunque no quería derramar ni una lágrima más por alguien que me había dejado tan claro que yo no valía nada para él, era demasiado tarde. El dolor me consumió por completo, haciéndome caer al suelo hecha un ovillo, sollozando sin control hasta quedarme sin aliento. Me atormentaba que aún tuviera ese poder sobre mí, que a pesar de todo seguía amándolo, que no lograba escapar del sufrimiento que él me causaba.

No siempre fue así. Recordaba aquellos días de juventud cuando sus ojos brillaban al mirarme, cuando su sonrisa solo me pertenecía a mí. Fuimos tan cercanos una vez. ¿Qué nos pasó? ¿Cuándo se quebró lo nuestro?

Entonces la verdad me golpeó con brutal claridad: fue por Sara. Mi perfecta y hermosa hermana, quien siempre conseguía todo lo que deseaba, incluso a Max.

Debí haberlo previsto desde aquel día en el lago, cuando ella lo conquistó por completo. Sara se aseguró de que Max la viera como su salvadora, como la única persona que siempre estuvo a su lado, mientras yo quedaba relegada al papel de villana en su historia, la que nunca hizo lo suficiente.

Lloré con más fuerza al enfrentarme a la cruda verdad: nuestro matrimonio nunca tuvo futuro porque Max jamás me quiso realmente; su corazón siempre le perteneció a ella, u ahora exhibían su amor ante mis propios ojos y el mundo entero.

Abrazada a mis rodillas, me balanceaba en el suelo intentando borrar de mi mente aquellas imágenes de ellos juntos. Pero estas persistían, recordándome cruelmente lo insignificante que era para él, lo poco que importaba para cualquiera.

Perdí la noción del tiempo llorando desconsoladamente en el suelo, hasta que al final, reuní fuerzas para levantarme. A pesar de que mis piernas temblaban y sentía el corazón destrozado, me negué a quedarme derrotada en el piso, no permitiría que me destruyeran de esa manera.

Regresé a la cama y tomé mi celular para ver el artículo una vez más. Para el mundo entero, ahora yo era la esposa patética atrapada en un matrimonio sin amor, la villana que había arruinado la historia de amor entre Sara y Max. Mientras ellos brillaban como víctimas inocentes, yo me hundía cada vez más en el papel de la antagonista de su perfecta historia.

Las lágrimas corrían sin control al contemplar la foto de mi esposo junto a mi hermana, radiantes y perfectos el uno para el otro, mientras yo me sentía como una intrusa en mi propia vida. Arrojé el celular contra la pared, luego cayó al suelo con un golpe seco. Ya no me importaba si estaba roto; nada tenía sentido ahora.

—¿Por qué? —le susurré a mi reflejo—. ¿Por qué no soy lo suficientemente buena?

Pero mi reflejo guardó silencio, tan perdido y quebrado como mi propio corazón.

Me alejé del espejo y me dejé caer en el borde de la cama, sintiendo un vacío profundo en mi interior, como si hubieran arrancado toda mi esencia y solo quedara una cáscara sin vida.

Pensé en llamar a mi padre, pero me detuve al imaginar lo que le diría: “Hola papá, tu hija perfecta me quitó a mi esposo y ahora todo el mundo se enteró de lo patética que soy”.

Me tendí sobre la cama con la mirada perdida en el techo, preguntándome qué estarían haciendo Max y Sara ahora, quizás riéndose de mí o tal vez, planeando el futuro que compartirían.

El pensamiento me revolvió el estómago nuevamente, por lo que me giré para hundir mi rostro en la almohada que aún conservaba el aroma de la colonia de Max. Deseaba odiarlo con todas mis fuerzas, pero no podía.

Respiré profundamente su fragancia y, por un instante, me permití imaginar que todo seguía bien, que Max aún me amaba y que Sara era simplemente mi hermana, no la mujer que me había arrebatado la vida. Pero la realidad volvió a destrozarme con un dolor aún más intenso que antes. Me senté, observando alrededor de la habitación. Cada rincón evocaba a Max: su ropa colgada en el armario, sus libros en el estante y aquel pretencioso reloj de lujo sobre la mesita de noche.

Ya no podía soportarlo más, me levanté con un impulso y comencé a recoger todas sus pertenencias, arrojándolas sin cuidado en un montón sobre el suelo: sus elegantes trajes, sus lustrosos zapatos, todo.

Al terminar, me quedé inmóvil, jadeando, contemplando el caos que había creado. Una parte de mí anhelaba quemar cada objeto, destruir todo lo que me recordaba a él, tal como él me había destruido a mí, pero no lo hice. Me desplomé junto al montón de sus pertenencias y tomé una de sus camisas, acercándola a mi rostro para percibir su aroma que aún permanecía impregnado en la tela.

—¿Por qué, Max? —le susurré a la camisa—. ¿Por qué no fui suficiente para ti?

La camisa permaneció en silencio, igual que todo lo demás. Me encontraba sola en esa inmensa casa vacía, con nada más que mi corazón roto y mis sueños destrozados como única compañía.

Con la mirada fija en las fotos de mi supuesto esposo junto a mi hermanastra, dejé que las lágrimas corrieran libremente por mis mejillas.
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