No había olvidado cómo me había tratado, ni la forma en que se acercó a Sara, me ignoró y me dejó sola, lidiando con todo ese desastre. Su repentina declaración de amor ahora parecía una simple actuación, algo que decía para quedar bien, no porque le importara realmente.
Aun así, algo se agitó en mi pecho. ¿Esperanza? ¿Confusión? No lo sabía. Solo tenía claro que, por primera vez en semanas, ya no estaba completamente sola.
Los reporteros se recuperaron rápidamente de la sorpresa y volvieron a disparar sus preguntas. —¿O sea que no hubo ningún romance entre ustedes? ¿Y el artículo donde aseguran que Eva es una rompehogares? ¿Nos estás diciendo que todo eso es mentira?
La mirada de Max se ensombreció, la ira emanaba de todo su ser. —Ese artículo es falso —masculló con rabia—. Y les aseguro que tomaré acciones legales contra quienes publicaron semejantes difamaciones sobre mi esposa.
Sus palabras resonaron en mi mente: Mi esposa. Lo pronunció con tal convicción, como si al fin hubiera de