Punto de vista de Eva
No recordaba la última vez que Max realmente me había hablado; no esas frías órdenes que me lanzaba, sino una conversación genuina, últimamente fingía que yo no existía. Cada mañana despertaba esperando que ese día fuera diferente, que quizás volvería a mirarme como antes, pero solo encontraba más silencio.
Para la fiesta de su abuelo esa noche, Max me había dejado claro lo que esperaba de mí: que fingiera sonriendo ampliamente y actuara como la perfecta pareja que todos creían que éramos.
Qué situación tan desgarradora, en eso se había convertido mi vida: un teatro donde fingía ser una esposa feliz mientras me desmoronaba por dentro, donde aparentaba fortaleza cuando solo anhelaba llorar y simulaba que aquel matrimonio no consumía lentamente mi alma.
Contemplé a Max arreglándose ante el espejo, acomodando su corbata con la mirada perdida en cualquier rincón que no fuera yo. Las palabras se agolpaban en mi garganta, pero callé porque sabía que las ahogaría con su