Miró alrededor de la habitación, buscando inspiración, y entonces, como un relámpago en medio de una tormenta, una idea cruzó su mente. Una idea perversa, brillante y definitiva.
Sus ojos brillaron con malicia. Si Cristina necesitaba una prueba para renunciar a él, ella se la daría. Una prueba irrefutable. Una prueba que destrozaría cualquier rastro de esperanza que pudiera quedar en el corazón de la "señora Caruso".
—Vamos a hacer una película, mi amor —murmuró Clara con una risita nerviosa.
Se puso de pie y comenzó a actuar con rapidez. Primero, buscó el mejor ángulo. Necesitaba que se viera real, íntimo, devastador. Movió una lámpara de mesa para crear una luz tenue, romántica, casi clandestina. Luego, sacó su propio teléfono móvil de su bolso y lo colocó estratégicamente en una estantería frente a la cama, apoyado entre dos libros gruesos. Verificó el encuadre: la cámara captaba perfectamente la cabecera de la cama y gran parte del cuerpo de Rubén.
Volvió a la cama. Con manos firm