Capítulo 121 – La jaula de oro
El tintineo de los cubiertos contra la porcelana fina y el murmullo debajo de las conversaciones ajenas creaban una burbuja de aparente normalidad alrededor de la mesa de los Caruso. Sin embargo, para Cristina, cada sonido se sentía distante, amortiguado por el zumbido de ansiedad que le recorría las venas. No había tocado su comida. Se limitaba a mover el tenedor, trazando líneas invisibles sobre el mantel blanco, mientras sentía la presencia de Elio frente a ella como una sombra que se alargaba y la envolvía, asfixiante y pesada.
El teléfono seguía en su bolso, con aquel mensaje no leído quemándole la conciencia. ¿Sería Rubén? ¿Sería otra amenaza? No podía saberlo, no con la mirada depredadora de su esposo vigilando cada uno de sus gestos.
Isaac, ajeno a la guerra fría que se libraba sobre la mesa, enrollaba con entusiasmo los espaguetis en su tenedor, manchándose un poco la comisura de los labios con salsa de tomate.
—Está muy rico, mami —dijo el niño