Él, necesita una esposa. Ella, pagar sus deudas. Aceptar trabajar como dama de compañía es algo que puede hacer. Pero, engañar a toda una familia haciéndose pasar por la nueva esposa de un desconocido. Es puede suponer un problema. Uno que Samantha está dispuesta a pagar con tal de pagar sus deudas y salvar a su hermana. Ese es el precio que debe pagar Sam si quiere sacar adelante a la misma. Renzo Vitale le ofrece el camino a la libertad. Lo que no sabe es que está vendiendo su alma al mismo diablo. El hombre es frío y arrogante. Sin embargo, Sam está dispuesta a obtener el bienestar de su hermana. Ambos, se embarcan en una serie de situaciones que hacen ver a Sam, quien es el verdadero Renzo bajo esa fachada de rectitud. Y, es cuando, debe hacer que Renzo la escoja a ella por encima de sus ambiciones.
Leer másAvanzo por el pasillo de la casa de reposo y ya es costumbre que me vean recorrerlos.
Con un gesto saludo a las enfermeras a cargo del lugar. Las cuales, como siempre, me reciben con una sonrisa amable.
Cuando llego a mi destino abro la puerta despacio.
La consigo sentada en su silla de ruedas, mirando a través de la ventana con gesto sereno.
Voltea hacía a mí cuando escucha que cierro la puerta.
—Hola —digo con una sonrisa — ¿Cómo estás?
Me acerco hasta estar frente a ella y me pongo de cuclillas.
—Muy bien —me dice con una sonrisa.
Pero sus ojos no me engañan.
— ¿Cuándo podré irme de aquí? —mira detrás de mí — Las enfermeras no me dejan salir cuando quiero—bufa sin dejarme hablar—Sam, sácame de aquí.
Retengo las lágrimas cuando escucho sus palabras.
Leila es mi hermana menor y está en sillas de ruedas.
—Sabes que no puedo sacarte de aquí— susurro—Ellos están cualificados para poder cuidar de ti.
Alarga la mano y limpia una lágrima traidora que rueda por mi mejilla.
—Lo sé, y me siento culpable de que tengas que cargar conmigo.
Niego sin poder articular palabras.
Sus ojos marrones me estudian, su cabello oscuro está en una trenza, miro sus manos y sonrió al ver sus uñas pintadas de rosa.
Ella las ama.
No podría ser de otra manera. La condición de Leila es permanente, ella necesita cuidados específicos.
Acaricia mi cabello oscuro y su sonrisa es genuina.
—Te dije que el castaño te quedaría perfecto—dice—se parece a los de mamá.
Un toque en la puerta irrumpe y una de las enfermeras asoma su cabeza.
—¿Todo bien?
—Así es—susurro sin apartar la vista de enfrente.
—Es tu hora de dar un paseo, Leila—anuncia la enfermera.
—Tengo una cita con el viejo Steven —susurra refiriéndose a otro de los internos en la casa de reposo —¿Puedes venir luego?
Asiento.
—Sabes que lo hago—me inclino y dejo un beso en su frente—Te amo, Leila—susurro.
Ella me da una mirada suave, pero la enfermera la aúpa a salir.
Me quedo de pie en medio de la habitación. Respiro profundo y guardar las lágrimas para la almohada.
—Señorita, Holmes —Volteo para encontrar a otra de las enfermeras— La directora quiere hablar con usted.
—Iré enseguida—replico.
Ella asiente dejándome sola.
Me acerco a la cómoda y de mi bolso, saco un paquete de sus dulces favoritos.
Satisfecha, salgo de la habitación en busca de la directora de la casa de reposo. Sé de qué quiere hablar.
Es sobre las mensualidades atrasadas.
Hace un par de meses perdí mi trabajo y la verdad, estoy sin una blanca. Todo ha ido para cubrir las necesidades de mi hermana que sufrió un accidente de tráfico donde perdimos a nuestros padres y ella quedó en esa m*****a silla de ruedas.
Hace un año que está en la casa de reposo, luego de que sufriera un accidente en casa mientras yo estaba trabajando.
La recomendación médica fue que, este lugar sería el indicado. Al principio podía costearlo. Pero, hace un par de meses perdí mi trabajo como traductora en una editorial porque no quise abrirme de peinas con mi jefe. Un maldito misógino de m****a que cree que las mujeres, solo servimos para complacer al gremio masculino.
Niego alejando los pensamientos de esa basura cuando llego a la oficina principal.
Toco y de inmediato una voz femenina me invita a pasar.
Alison es la doctora encargada del lugar. La mujer de mediana edad está sentada detrás de su escritorio.
—Hola, Alison.
—Samantha —saluda haciendo un gesto a la silla frente a ella— ¿Cómo encontraste a tu hermana?
—Es un día bueno —confieso.
—Sí. Las crisis han disminuido. Pero, sabes que son solo de manera temporal.
—Lo tengo claro.
Leila también había desarrollado depresión y sufría convulsiones.
—Y también, espero que tengas claro que el segundo mes ya se venció y se me está haciendo imposible cubrirte— mira un papel sobre el escritorio— Son siete mil dólares.
Como si pudiera olvidarlo.
La clínica es la mejor de la ciudad y, también, la más costosa.
—Solo dame este mes y te juro que podré cubrir todo sin problemas.
—Me sabe mal —niega— Pero, sabes que solo soy la encargada. Puedo ayudarte solo por este mes, pero si no has consignado al menos la mitad en unos días, tendré que desalojar a tu hermana.
—Lo entiendo—me pongo de pie—Lo tendrás —aseguro con firmeza.
Asiente.
Sin más salgo de su oficina y paso por el jardín para despedirme de Leila que está junto a uno de los bancos tomando el sol.
Cuando me despido de ella, apenas veo como le afecta mi partida. Eso me rompe más el corazón.
Voy camino al autobús cuando mi móvil suena.
Me detengo y hago una mueca cuando veo el número de Laura.
La mujer dirige un negocio de damas de compañía de elite. La conocí en el gimnasio del que soy recepcionista ahora, e insistió en reclutarme para su negocio.
Después de mucho hablar conmigo, me convenció de que le diera una fotografía mía y como la curiosidad es más fuerte que la prudencia.
Se la di.
He escuchado que las mujeres ganan bien y que, solo son una empresa que atiende a hombres adinerados que, están solos y quieren presumir de belleza.
Me dejo claro que hay dos tipos de contratos.
Uno, donde los servicios son completos y otro. En el que, el sexo no está incluido.
Prefiero ser parte del segundo grupo si voy a intentarlo.
Patricia, una de las mujeres que ya tiene tiempo ahí. Me dijo que, aunque ganaré un poco menos, a diferencia de las que si aceptan el sexo dentro del contrato. Será buen dinero.
—Laura—respondo.
—Necesito que vayas a una dirección esta noche—dice sin rodeos.
—¿En, serio?
—Muy en serio, cariño. El cliente quiere conocerte y está dispuesto a pagar por un buen tiempo si le pareces adecuada.
Está sucediendo.
¿De verdad quiero hacer esto?
—Laura…
—No me salgas con que no—susurra—El hombre es importante y si no le cumplo, puede que sea mi última oportunidad con él —anuncia—llevo tiempo queriendo captarlo como cliente.
—Le informaste que mi contrato no incluye el sexo.
—Sí. Y está de acuerdo con eso. Así que, mueve tu lindo trasero a casa. Ponte regia y sube al coche que te voy a enviar.
—Está bien—susurro.
—Por cierto, te llamas Pamela.
—Si consigo el contrato, quiero un adelanto.
—Sabes que no trabajamos así—me espeta—Cuando la mitad del tiempo pase, recibes el cuarenta por ciento. Al finalizar, el resto—escucho mucho ruido al fondo antes de que se aclare la garganta—Dime, si estás preparada para esto ahora, Sam.
No tengo mucho de donde escoger. Necesito dinero rápido y si tengo que vender mi alma al diablo para mantener a mi hermana en la clínica, lo haré.
—Envíame los datos del cliente.
—¡Esa es mi chica! —exclama. —Ten por seguro que no te vas a arrepentir.
Con eso cuelga la llamada.
—Eso espero—susurro.
El camino a mi pequeño departamento es tedioso, ya que está muy retirado del centro.
Cuando llego, me voy de inmediato a la ducha y me preparo para la cita. Me hago un maquillaje elaborado, resalto mis ojos marrones y aliso mis rizos dejando caer mi cabello castaño sobre mi espalda.
Busco en mi armario algo que pueda ponerme y encuentro un vestido escote en V, color negro, por encima de mis rodillas. Sandalias de tiras estilo gladiador y, por último, roció un poco de perfume.
Me tomo una fotografía y se la envío a Laura a petición de esta para dar su visto bueno.
Segundos después, un emoticón de aprobación me llega.
Seguido de un mensaje.
Mi conductor ya está abajo.
Tomo mi bolso de mano y salgo del departamento de concepto abierto.
Es pequeño, pero es suficiente para mí.
Cuando bajo, Afuera, en el portal del edificio, me espera un conductor.
—Señorita, Pamela.
—Buenas noches—respondo como si fuese mi verdadero nombre.
Debo acostumbrarme a él. Cuando emprendemos el viaje, tomo mi móvil y reviso lo que Laura me ha enviado del cliente.
No hay fotografía, pero dice que se llama Renzo Vitale y es el director general de grupo Vitale. La cadena hotelera.
Perfecto.
Mi primer cliente es un rabo verde más, que solo quiere exhibirse con una mujer joven del brazo.
Mi respiración se hace rápida y tengo que centrarme en otra casa para no entrar en pánico.
¿En qué momento mi camino se torció tanto, hasta llegar a esto?
Cierro los ojos y pienso solo en porque lo hago.
—Ya estamos aquí.
Abro los ojos cuando nos detenemos afuera de un enorme y lujoso edificio en Brickell.
La puerta es abierta por un hombre de traje.
—El señor Vitale la espera—dice en tono plano.
Suelto el aire y bajo del coche.
Con curiosidad lo sigo al interior del edificio. El hombre del vestíbulo me da una mirada sabedora, la cual ignoro. El hombre se detiene en frente a un elevador y me hace un esto para que entre.
Lo hago y cuando supongo que va a subir conmigo, este solo asiente antes de que las puertas se cierren.
—Vamos Sam. Tú puedes hacerlo, no eres una mujer que se achica ante los demás—me digo mientras el elevador sube.
¿Si el hombre quiere pasarse de listo?
No soy una prostituta
Entonces, ¿Qué soy?
Una dama de compañía.
¿No es lo mismo?
¡Joder!
Las puertas del elevador se abren y frente a mí, hay un vestíbulo. Las puertas dobles del ático están abiertas.
Me obligó a poner un pie delante de mí y entrar al lugar.
El mismo es impresionante con vistas a la bahía de Biscayne. Todo el lugar está bordeado por cristal del piso al techo. Se siente un poco austero. Pero al mismo tiempo, impresionante.
Las notas del Jazz se escuchan al fondo del lugar. La música suave me relaja al tiempo que me detengo en medio del salón.
—Buenas noches.
La voz a mi espalda, ronca y varonil. Envía escalofríos a mi cuerpo.
—Buenas noches.
Replico al tiempo que me doy la vuelta con toda la elegancia que puedo y me quedo sorprendida, cuando en vez de encontrarme a un hombre mayor. Me encuentro con alguien joven.
Tiene el cabello y ojos negros. Los cuales contrastan con su piel olivácea. Su mandíbula es cuadrada y sus facciones son duras.
Viste una camisa blanca con las mangas, dobladas a la altura de sus antebrazos, pantalones y zapatos de vestir.
—¿Ya terminaste la inspección?
Salgo de mi letargo cuando lo escucho.
—¿Disculpe?
—Que, si ya me has repasado lo suficiente.
Le doy una sonrisa descarada.
—Acaso, ¿Tú no hiciste lo mismo? Por algo estoy aquí—ladeo la cabeza. E intento mostrar una seguridad que estoy lejos de sentir.
Da un paso al frente.
—Renzo Vitale.
—Pamela.
Me estrecha la mano de forma delicada.
Muy al contraste con su postura dura.
—Pamela —repite antes de negar con una sonrisa sarcástica—No lo creo.
—¿Qué no cree, señor Vitale? —inquiero cuando me libera y avanza por el lugar.
Se sirve un vaso de lo que parece ser brandy y sorbe antes de darse la vuelta.
—Sé que usan nombres falsos—no digo nada—Quiero tu verdadero nombre.
—Eso no está en el contrato.
Chasquea los labios.
—Verás. Tengo un nuevo contrato que quiero discutir contigo.
Arqueo una ceja.
—Verá, señor Vitale. —Repito con ironía —No soy lo que usted cree.
—Yo no creo nada—dice en tono serio.
Sirve otro vaso y camina hasta mí para tenderme el mismo.
—Te contrate, porque necesito una persona que vaya conmigo a la casa de mis padres.
—Eso es muy retorcido—me burlo.
Sorbo de la bebida.
Efectivamente, es brandy.
—Puede ponerse más retorcido—replica con una sonrisa de bribón—¿Cuánto quieres por fingir ser mi esposa?
Abro los ojos.
—Usted quiere que yo finja, ¿Qué?
EL INCIO.POV RENZO.—¡Tú, tienes la culpa de mi desgracia!Es lo primero que escucho, cuando contesto una llamada de mi hermana menor.—Ahora, ¿Qué hice? —inquiero, sintiéndome confundido antes sus palabras.—Darío me ha pedido matrimonio.—¿Lo lamento?—¡Renzo! —gruñe mi hermana y la escucho hipar como una magdalena.¡Señor!—No entiendo, ¿Es bueno o malo?—Vino a la villa a pedir mi mano y Mamma me dejo claro que no puedo casarme con él, porque tú no estás casado.Me paso la mano por el rostro.—¿No es cierto?—¡Si! —grita histérica—Yo le dije: Mamma. Me voy a quedar a vestir santos, porque tu niño es un idiota que no tiene relaciones serias.—¡Oye!—¡Es cierto! ¿Cuándo fue tu última relación duradera?—No es tu problema.—¡¿Lo ves?! —gimotea más—Darío y yo nos amamos. No es justo que la Mamma me haga pasar por esto para cumplir tradiciones arcaicas.—Es ridículo— susurro.—¡Bien! Díselo a ella.Ni de coña.—Bianca. Sabes que mi trabajo es aquí dirigiendo el negocio. No tengo nada
VERANO – SICILIA.El silencio me dice que mi pequeña escurridiza y mi esposo están en algo.Bajo las escaleras de la villa, en Sicilia, en busca de ese par.Habíamos llegado para pasar el verano en casa de mis suegros hace un par de días. Luego de mucho hablarlo, llegamos al acuerdo de reunirnos todos aquí y disfrutar en familia. Darío había hecho coincidir sus vacaciones anuales con el verano. Así que, nos esperaba un verano extraordinario.Ámbar, La hija de Bianca y Darío. Y, mi hija juntas, eran terrible. Hacían cada trastada.El karma es una perra.Lorenzo siempre se los recuerda.Me detengo en el pasillo sonriso al ver una fotografía de mi boda con Renzo junto a otras fotografías familiares.Había sido una boda íntima y hermosa. Solo una veintena de personas para el momento. Leila estaba pequeña y se perdía en un vestido de tul que la tía Loreta le puso.Esta familia se ha vuelto la mía después de perder a mi hermana. En ocasiones me pregunto qué tan bueno hubiera sido si mi herm
CINCO AÑOS DESPUÉS.Me detengo en la puerta de la cocina y veo como Brandon, Bate uno de sus pasteles, mientras a su lado está su inseparable ayudante.Leila.Ya tiene cinco. Y es como un petardo, Renzo y yo a veces nos hace falta energía para lidiar con ella. Debemos mantener las puertas cerradas por si las dudas.Ella es el calco de su padre, con ojos y cabello negro. Sin embargo, es rizado y abundante como el mío.—Quiero glaseado.—No. Es para el pastel —espeta Brandon —Además, eso será combustible para tus caries.—No tengo caries —dice con su pequeño tono petulante.—Leila —develo mi presencia.Sus ojos se abren como platos al verse descubierta.—A Brandon no le hablamos de esa manera —arqueo la ceja. —Lo tratamos con respeto.Se apena.—Lo siento —dice mirándolo con los ojos de cachorro.Esos que pueden con Renzo.—Vamos un par de horas al centro juvenil.Ella, baja del taburete y pasa a mi lado con emoción.Adora ir al centro y jugar con los niños de su edad.—Lo siento, Brand
La noticia sorprende a la familia. Luego de ser reacios al matrimonio, que estemos comprometidos. Es sorprendente para ellos.El tiempo pasa y mi embarazo se desarrolla con normalidad.Los temores quedaron atrás y la ansiedad de conocer a esta personita que habita en mí, me está consumiendo.He comprado ropa de bebé como loca y Renzo y yo, ya comenzamos a decorar su habitación. Lo mejor, es que ya sabemos que es, y haremos la develación de sexo. Bianca tuvo la suya el mes pasado, y va a tener una niña.La pareja no podría estar más feliz.Salgo a la terraza donde todos están y donde se llevará a cabo la develación.Renzo había sido tan extravagante que contrato una avioneta que surque los cielos y no devele el sexo del bebé.—Quiero una paleta —escucho a Bianca pedir como una niña.Darío niega exasperado.—Solo es ella por ahora —se burla Renzo —Imagina a dos.El hombre ríe nervioso.no es para menos.Miro a donde está Gianna y Lorenzo que hablan con Fernando.—Bueno, aquí hay unos ap
Cuatro Meses Después.La vida es buena.Han sido los mejores meses de mi vida hasta ahora. Acabo de cumplir cinco meses y todo marcha bien con este pequeño que nos trae de cabeza tanto a Renzo como a mí.Bianca está un poco más adelantada que yo y está feliz. Ambas hablamos mucho por video llamadas y nos quejamos de nuestros males sin remordimiento.Ella es única y divertida.Continuo en el centro juvenil. Pero, no me esfuerzo mucho y ya dejé sobre aviso que en el sexto mes me retiro. Serán solo unos meses. Sin embargo, deje claro que no dejaré de ir de vez en cuando para saber si se necesita algo.—Estás hermosa —dice Renzo mientras me termino de maquillar.Esta noche hay una recepción hecha por la cámara de comercio de la ciudad y Renzo está invitado. Mi vestido es vino tinto, largo, escote de barco.—Te falta algo —dice como si nada.Me doy la vuelta sin saber a qué se refiere.—¿Qué?—Esto —me muestra un estuche que reconozco.Lo abre y frente a mí tengo el collar de diamantes que
Como lo supuse. Brandon se queda sorprendido ante la noticia del bebé.El hombre no sabe si reír o llorar por la situación.Sin embargo, aunque es un huraño de primera, me consiente como una chiquilla para sorpresa de Renzo, que se queja diciendo que dejo ser la prioridad para el viejo. Pero, siempre lo dice con una sonrisa satisfecha.Por otra parte, Renzo se ocupa del trabajo mientras yo hago lo propio con el mío. También concreto la visita rápida donde le explico lo sucedido y le muestro lo que me han recetado y el eco.Ella me da una cita para el próximo mes, y así hacer una nueva revisión completa.Hoy, había decidido ir a ver a mi hermana a la clínica de reposo antes de visitar la fundación y cumplir con uno de los turnos.Como es costumbre, la encuentro en su habitación. Ha estado algo restringida Después de su intento de suicidio.Y, aunque está bien. Su salud es frágil.—Hola, Leila —digo en modo de saludo.Ella desvía su mirada y me ve.Me mira en silencio y por un momento c
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