Se escuchó el rechinar de las llantas de un coche de lujo que entraba al estacionamiento privado del CEO de la compañía Darkok. El hombre bajó y subió al elevador que era exclusivo para él, hasta llegar al veinteavo piso, en dónde se encontraba su oficina.
Dimitrir Darkok enarcaba una ceja al ver a su rival muy cómodo sentado en el sofá de su amplia y lujosa oficina mientras bebía una taza de café. Al parecer su asistente había sido demasiado amable con el indeseable visitante.
— Ya estás aquí Darkok, déjame decirte que tienes un excelente asistente.
— ¿Qué haces en mi compañía, De Russie? Sedujiste a mi esposa y la convertiste en tu amante mientras estaba casada conmigo, ¿Y aún así te me presentas aquí? ¿No crees que estás tentando mucho tu suerte?
— Puede que te parezca un descarado...
— Hay no, ¿Cómo creés? Cínico más bien diría yo. — El CEO tenía sus penetrantes ojos grises puestos en la escoria esa que se le había metido en la cama a su mujer, estaba tratando de ser