Los esposos Darkok se reconciliaron y fueron a casa a tener una tarde apasionada, su amor estaba intacto, fuerte, inquebrantable.
Una vez que sacaron sus cuerpos, ellos estaban en la cama charlando.
— Cariño, no dejas de encantarme, eres la dueña de mi deseo, y mi pasión.
— Dimitrir, ya fue suficiente con todo lo que me hiciste, deja de seguir tratando de seducirme.
— La culpa es tuya por ser tan bella, tu cuerpo es mi delirio.
(...)
Los CEOS no tuvieron más remedio que aguantarse las visitas de los novios de sus hijas. Rafael iba al menos cada tercer día a ver a Diane, ellos pasaban por el jardín mientras conversaban sobre su futuro.
— Diane, sé que me has dicho que no quieres casarte por el momento, pero aún así yo no puedo no hacerle saber al mundo que eres mía, así que. — El apuesto gemelo se hincó en una rodilla, en sus manos tenía una pequeña caja aterciopelada que abrió. Un anillo de diamantes rosas se asomó dejando a la bella jóven Darkok sorprendida.
— ¡Ra