Rafaela... Soy yo, Vladimir.
El CEO Darkok estaba en todo su derecho de sentirse dolido. Había cuidado tanto de sus hijas, las consentía en todo, de niñas jugaba con ellas a la hora del te, hasta se ponía las alas de mariposa para estar acorde al evento. Y ahora ese demonio Mendoza se la quería robar.
— No cariño, tu has sido un excelente padre, no hay nada que tengas que reprocharte, excepto el que hayas sugerido que Angela interrumpieras el embarazo. Eso no estuvo nada bien, y no quiero que por ningún motivo lo vuelvas a repetir. Dime, esposo, ¿Qué sientes ahora que nuestra hija está a punto de perder a su bebé y que tú su abuelo, quien debía protegerlo, hayas deseado su muerte?
El CEO que siempre se mantenía firme en sus decisiones, esta vez ya no permaneció inflexible.
— No, no quiero que muera, no quiero que mi princesa sufra, lo que es más, quiero conocer al bebé, nunca sentí realmente lo que dije, solo estaba muy molesto, Pero el niño es sangre de mi sangre. Discúlpame querida, trataré de dejar de