El avión privado ya los espera. Kevin avanza sin mirar atrás, del mismo modo que Leah. Ninguno dice una palabra más. Él toma asiento, abre su laptop y comienza a revisar documentos con aparente calma.
La luz entra con fuerza por la ventanilla, bañando su rostro. Los ojos de Kevin recorren las cifras y gráficos en la pantalla, pero su mente no logra concentrarse. En lugar de hundirse en los números, se pierde en el mar de recuerdos turbulentos de la noche anterior.
La imagen de Leah reaparece, tan vívida que el aire parece arder. Recuerda sus gemidos, el temblor de su respiración, la suavidad de su piel bajo sus manos. Aquella entrega lo desarma. Los labios de ella, el roce eléctrico del primer beso, el fuego que pensó extinguido renaciendo sin permiso. Todo vuelve con la fuerza de una tormenta.
Pero entre esas olas de deseo, el frío lo atraviesa. La sombra de Dulce, su difunta esposa, se interpone entre él y el calor de Leah. Su sonrisa, su ternura… todo lo que una vez iluminó su