— ¿Que es lo que quieres Kevin? —
Pregunta ella.
— No digas nada — Fue lo único que expuso su esposo.
El avión vibraba suavemente, un murmullo constante de turbinas que parecía marcar un ritmo secreto. La penumbra de la cabina los envolvía, luces tenues suspendidas como estrellas artificiales, la respiración de Leah se rozó con la suya, tan cerca que el aire entre ellos ardía.
Ya no hubo palabras, no hicieron falta. Fue el instinto, la urgencia, la chispa que se enciende cuando dos cuerpos reclaman lo mismo. Sus labios se encontraron como dos llamas que al tocarse no hacen más que crecer. Era un roce primero, apenas un temblor, luego un incendio desatado que consumía todo alrededor.
Leah entreabrió los labios y lo dejó entrar, lo invitó con la suavidad de un suspiro que se convirtió en un gemido ahogado. Kevin respondió con fuerza, como si quisiera devorar el aliento que compartían, como si la altura misma los obligara a buscar más oxígeno el uno en el otro.
La lengua de Kevin r