La tensión era palpable, vibrante.
Kevin la observó unos segundos que parecieron eternos. La respiración de ambos se entremezclaba en el aire. Podía sentir el pulso acelerado de Leah bajo su mano, la fragancia suave de su cabello, el temblor casi imperceptible que la recorría.
—Tienes un talento especial para desafiarme, Leah —murmuró él, sin apartar la mirada.
—Y tú uno para provocarme —replicó ella, conteniendo el impulso de zafarse.
—¿Te provoco? —La pregunta, cargada de ironía, flotó entre ambos.
Ella desvió la mirada, respirando hondo.
—Me molestas. Y no quiero hablar contigo, Kevin. Ni ahora ni después, recuerda que ya estamos nuevamente en nuestra realidad, muy diferente a la farsa en Finlandia.
Kevin apretó ligeramente su brazo antes de soltarla, y Leah retrocedió un paso, sintiendo que el aire volvía a llenar sus pulmones. Sin embargo, su cuerpo seguía temblando. No de miedo, sino de esa mezcla peligrosa de rabia y deseo que solo él lograba despertar en ella.
Él se ac