—Perdóname, mami… perdóname por mentirte —susurró Leah, inclinándose sobre el cuerpo inmóvil de su madre—. Por decirte que yo estaba intentando que mi matrimonio con Kevin Hill fuera real. Era una mentira, mamá… yo… no pude decirte la verdad porque no quería que te preocuparas, no quería romperte el corazón. Y ahora… ahora estoy aquí, hablándote cuando ya no puedes escucharme…
Su voz quebró.
Las palabras parecían atorarse en su garganta y desgarrarla cada vez que las intentaba sacar. Apretó la sábana blanca con sus dedos temblorosos mientras las lágrimas caían en silencio sobre el borde de la camilla.
—La culpa me está carcomiendo, mami —prosiguió—. Me destruye… me destruye saber que moriste creyendo que tu hija estaba en un matrimonio donde el amor se estaba construyendo… cuando no es así. Perdóname —repitió, con un dolor que parecía romper la quietud de la sala.
Leah cerró los ojos y apoyó su frente sobre la mano fría de su madre.
Un silencio pesado, casi sagrado, la envolvió.
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