El reloj del pasillo marcaba las once de la mañana cuando el caos afuera comenzó a crecer como una tormenta anunciada. Kevin había recibido un mensaje urgente de seguridad: la prensa estaba rodeando el Sanatorio Central. Primero fueron unos pocos periodistas. Después, patrullas de móviles, cámaras profesionales y drones sobrevolando la entrada. Y en cuestión de minutos, España entera se estaba haciendo eco del accidente de los Presley.
Las alarmas no tardaron en llegar a otros países: portales de Francia, Italia y Alemania ya transmitían la noticia; las cadenas brasileñas informaban el estado crítico del señor Presley; y varias webs de Londres y Lisboa titulaban:
“Los Presley, una de las familias empresariales más discretas, en tragedia. ¿Qué ocurrirá con la heredera y el legado familiar?”
Kevin se quedó en silencio mientras su asistente le daba el reporte.
Sus ojos no se apartaron un solo segundo de su esposa.
Leah estaba de espaldas, frágil, diminuta en comparación con el culposo ta