Valencia tenía un brillo especial durante la tarde. El sol empezaba a descender, tiñendo las calles de tonos anaranjados y dorados, mientras una brisa ligera cargaba el aroma salado del Mediterráneo. Leah y Kevin caminaban juntos hacia el hotel luego de explorar los alrededores, y aunque ninguno de los dos hablaba demasiado, había una armonía extraña en su silencio. No era incómodo. Era una conversación sin palabras.
Kevin caminaba a su lado, no delante ni detrás. A su lado. Como si inconscientemente marcara que ese era su lugar, que así debía ser. La mano de él, casi rozando la de ella, parecía debatirse entre tomarla o dejarla libre. Y aunque no lo hacía, Leah podía sentir el calor que emanaba de su piel.
Kevin tenía ese extraño talento: hablar sin abrir la boca. A veces la miraba sin que ella se diera cuenta. No era un hombre expresivo… excepto con ella. Y en esos instantes, cuando sus ojos se posaban en Leah, algo en él suavizaba cada línea de su rostro, como si la presencia de