La mañana en Valencia amaneció suave, con un cielo teñido de un azul tenue que anunciaba un día cálido, luminoso y perfecto para caminar. Kevin y Leah habían llegado apenas unas horas antes, y aunque el viaje había sido largo, ella se sentía extrañamente ligera, como si el aire mediterráneo hubiera despejado cada una de sus preocupaciones. La ciudad los recibía con calles tranquilas, fachadas claras y ese aroma que mezclaba mar y flores frescas.
Kevin fue quien sugirió salir un rato antes de instalarse por completo.
—No quiero que te canses —dijo, ajustando su abrigo sobre los hombros de ella—, pero creo que un pequeño paseo podría relajarte.
Leah sonrió, dejando que su mano buscara la de él.
—Estoy embarazada, no inválida, ya te estoy repitiendo esto bastante Kevin —repitió con dulzura, como lo había dicho en casa—. Además, es nuestra primera vez aquí. Quiero verlo todo.
Kevin la miró con una mezcla de orgullo y preocupación, esa dualidad tan suya desde que supo del bebé. No