Kevin salió de la Mansión Hill dejando atrás la sombra de Verónica y sus lágrimas manipuladoras. Cerró la puerta principal con una firmeza calculada, como si quisiera sellar ese episodio para siempre.
El eco del portazo se disipó en el enorme recibidor, y él caminó hacia su vehículo sin volver la vista atrás.
La noche comenzaba a caer sobre la ciudad cuando se acomodó en el asiento de cuero negro. Echó una mirada hacia el reloj en su muñeca: las agujas marcaban una hora que para muchos significaría descanso… pero para él solo era el inicio de un nuevo peso en su pecho.
Encendió el motor.
El rugido del vehículo llenó el silencio de la entrada.
Kevin apoyó dos dedos sobre el volante, inhaló hondo y aceleró.
Tenía que volver.
Volver a Hill Enterprises.
Volver a ella.
Leah salía del edificio en ese mismo momento, con su bolso colgando del hombro y la extenuación marcando cada uno de sus pasos.
El día había sido largo, demasiado largo, y su cuerpo aún dolía por los golpes rec