Kevin apretó los dientes.
—Abuela, no empieces a sacar conclusiones apresuradas. Fue un asunto netamente empresarial.
—Oh, por favor —interrumpió ella con sarcasmo—. “Empresarial”. Es lo que siempre dices cuando no quieres admitir que estás metido en un lío sentimental.
Hubo una breve pausa, y luego su voz se suavizó apenas—. Dime algo, Kevin… ¿estás tratando bien a Leah?
Kevin respiró hondo antes de responder.
—Sí. La trato bien.
—¿Y no me estás engañando, Kevin Hill?
El silencio que siguió pesó como plomo.
Kevin apoyó el codo sobre el escritorio y se frotó la frente, sintiéndose por primera vez en mucho tiempo cuestionado como si volviera a ser aquel joven impulsivo al que su abuela había tenido que enderezar.
—Abuela… no tengo tiempo para este tipo de—
—Oh, lo tendrás, Kevin —lo cortó Isabel con frialdad—. Porque si llego a enterarme que estás descuidando a esa muchacha, me tendrás frente a ti antes de que puedas decir “Hill Enterprises”.
El tono de su voz lo hizo cerrar