Vladislav
Volver al territorio debería haberme devuelto el control.
Eso es lo que solía pasar.
Una caminata por los límites, una reunión con los líderes de las manadas aliadas, un par de órdenes gritando por el campo de entrenamiento y listo: el orden se restauraba. Mi mente volvía a su eje, mi respiración se nivelaba, y el Alfa dentro de mí recuperaba su trono sin permitirle al hombre mucho margen para joderlo todo.
Pero desde que Luna cruzó mis límites —y no hablo de los geográficos—, todo en mí se siente… desordenado.
Como si algo esencial estuviera fuera de sitio.
Como si mis malditos huesos ya no me pertenecieran.
Y lo peor es que lo noto en todo. En cómo hablo, en cómo gruño, en cómo no puedo quitarme su maldita imagen de la cabeza. Luna, empapada de sudor, con la boca temblorosa, mirándome como si pudiera devorarme sin pestañear. Luna, gritándome que no le tengo que pedir perdón por tocarla. Luna… exigiéndome que deje de esconderme detrás del Alfa.
Maldita sea.
—¿Otra vez con e