Luna
El caos se había desatado a nuestro alrededor. Cuerpos de vampiros caían como hojas secas en otoño, algunos de nuestro clan, otros del enemigo. El aire estaba impregnado con el metálico aroma de la sangre y los gritos de agonía formaban una sinfonía macabra que jamás olvidaría.
Vladislav luchaba como un demonio desatado, su figura imponente moviéndose con una gracia letal entre nuestros atacantes. Sus manos se convertían en garras mortales, desgarrando gargantas y arrancando corazones con una precisión que solo siglos de existencia podían perfeccionar. Yo nunca había presenciado tal despliegue de poder, y por un momento, quedé hipnotizada por su danza mortal.
Pero no podía permitirme el lujo de la distracción. Mis propios instintos, ahora agudizados por mi transformación, me mantenían alerta. Tres vampiros se abalanzaron sobre mí, sus colmillos expuestos en muecas hambrientas. Sentí el poder fluir por mis venas, ese poder que aún no comprendía del todo pero que respondía a mi lla