Ámbar
El leve mareo que sentí al entrar se transformó en verdadero vértigo al escuchar la conversación entre besos de Mía y Joshua. Aunque detesto espiar a las personas, esta vez no me arrepiento de haberme quedado.
Joshua y Mía están casados. No sé desde cuándo, pero eso no me importa. Lo único que sé es que mi «amigo» me ha mentido todo este tiempo. Y si mintió con algo tan importante, estoy segura de que lo hace con todo lo demás.
—No puede ser —susurro, sintiendo cómo mis ojos se llenan de lágrimas.
—¡Hey, ahí estás! —me dice Gustavo—. Ruth iba a venir, pero la verdad es que no me siento capaz de cuidar a todos los niños solo.
No le respondo, sigo demasiado aturdida.
—Oye, ¿qué te pasa? —me pregunta, perdiendo el tono socarrón—. Estás pálida.
—Me siento mal —murmuro.
—No me digas que te peleaste con tu diseñadora —dice preocupado—. Bueno, puedo ofrecerte…
—No llegué a hablar con ella —me encojo de hombros—. Me acabo de enterar de la maldita mierda más grande, y…
Niego con la