Mía
—Ámbar es una mujer íntegra —la defiendo—. Yo misma vi cuando su asistente pasó los datos. ¿Crees que no sé las cosas que haces? Tal vez Ámbar crea que eres una buena persona, pero yo sé la clase de basura que eres.
—Basura —replica, apretando más su cuerpo contra el mío—. Y no te parece una basura ese maldito diseñador.
—Hernán —digo sonriendo, pareciéndome gracioso que piense que estamos juntos—. Bueno, es un hombre excelente. Tal vez después del divorcio…
—Tú y yo nunca nos vamos a divorciar —sonríe Joshua, mientras coloca su mano sobre mi cuello.
No puedo evitar jadear. Su pulgar se desliza por mi barbilla, erizando mi piel. Su mirada es tan aterradora que, si no supiera que se casó conmigo por dinero, diría que está celoso.
Pero ya no quiero que lo esté. Durante años, esperé a que mi esposo me mirara, que se enamorara de mí y notara mis detalles. Él jamás me trató mal, pero me dio algo peor: la indiferencia, la certeza de que siempre he sido un medio para un fin y que le