David
—¿Qué piensas de lo que te dijo? —me pregunta mi madre cuando nos encontramos en el recibidor.
—Que le queda muy poco tiempo de vida y que ya está delirando. —Me encojo de hombros.
—¿Qué fue lo que te dijo?
—Seguramente te lo estás imaginando —me río secamente.
—¿Y qué es lo que harás?
—No es de tu incumbencia.
—Claro que sí. David, velo como una oportunidad de deshacerte de lo que te une a esa… mujer.
—¿Deshacerme de lo que me une a ella? —Arqueo una ceja.
—Sí, comenzar una familia de verdad, con hijos que sean legítimos y…
—Mis hijos son legítimos, fueron registrados dentro del matrimonio —la interrumpo, luchando por no perder la paciencia y retrasar más mi partida—. Te pido que los respetes.
—No puedo tener consideración con niños que no considero y que nunca consideraré mis nietos. De todas formas, no los mencionaré más.
—Mejor así —le dedico una sonrisa irónica—. Ellos no tienen nada que ver con todo esto.
—¿De qué hablas?
—Hablo de que te olvides de lo que sea que e