Ámbar
El encuentro entre Charlie y Gustavo no es tan desastroso como mi amiga y yo suponíamos, pero hay una razón importante para ello: ninguno de los dos le ha dicho a Charlie que es su papá.
—¿Se pusieron de acuerdo para no decirle? —le pregunto a Ruth mientras entramos al pulcro despacho de David, que es más luminoso y bonito que el de su casa en la colina.
—No. Supongo que él tampoco quiso ganarse un pequeño enemigo —me dice ella, que está asomada al jardín desde el ventanal—. Cuando se entere, lo asesinará, estoy segura.
—Creo que tienes que confiar más en tu hijo —replico.
Ruth se aleja de la ventana y asiente.
—Sí, tal vez debería hacerlo, pero me gustaría esperar a que Charlie lo conozca mejor. Quiero saber que Gustavo se quedará y que no está jugando conmigo solo para llevarme a la cama.
—Te comprendo, llévalo con calma.
—Ahora sí, loca, cuéntame todo con lujo de detalles.
Nos acomodamos en las sillas frente al escritorio. No me gusta demasiado dar detalles sobre mi int