Ámbar
—Te ves preciosa —me elogia Ana cuando bajo las escaleras.
A medida que bajo, siento cada vez más el peso de la bolsa con mis cosas. No sé qué demonios estoy haciendo, pero sé que lo haré.
—Gracias, Ana. Me costó un poco elegirlo, pero creo que es adecuado y cómodo para estar con los niños.
—¿Para estar con los niños o para reavivar el amor en el señor Ruiz?
—¡Oye! —exclamo, riéndome—. Yo no pretendo… Está bien, un poco sí. Pero esto no es un tema de seducción, es un tema de venganza.
Ana arquea una ceja.
—¿Venganza?
—David se la pasó haciéndome sufrir con sus insinuaciones, así que yo también quiero hacer lo mismo. Bueno, si es que le gusta cómo estoy vestida.
—Se morirá al verte así —suelta una risita—. ¡Mucha suerte, mi niña!
—Gracias, Ana. Disfruta, tienes el día libre y puedes hacer lo que desees.
—En realidad, solo quería ver mi serie y terminar de ordenar mi habitación. Todavía no me acostumbro a que sea tan grande.
—Te mereces eso y mucho más. Eres como la madre que nunc