Ámbar
Al llegar a la casa, Ana recibe a mis niños con una gran sonrisa. Ellos corren a abrazarla y le cuentan felizmente el día que tuvimos, que culminó con una ida al cine y una cena de comida rápida.
Aunque estoy hecha un desastre por el cansancio, valió la pena por verlos tan felices. Sé que en parte se debe a que por fin pudieron tenernos a David y a mí juntos, pero eso no disminuye mi satisfacción.
—¿Es cierto que el señor Ruiz y tú se vieron hoy? —me pregunta asombrada mientras vemos subir a los niños por las escaleras.
—Sí, Ana. Quería hablar conmigo sobre el viaje que hará. Se ausentará algunos meses por lo de su padre.
—A pesar de todo, me da lástima el señor Ruiz, el padre. —Suspira—. Teniendo tanto dinero, nunca cuidó apropiadamente su salud.
Asiento, notando que también me invade la lástima. Con los años, mi rencor por ese hombre ha disminuido hasta ser nulo. Ahora que estoy separada de David, puedo entender que quien realmente fue mi enemiga es su madre. Aun así, pocas vec