Ámbar
David me sacó de aquella fiesta, pero ya poco me importa. No me puedo sentir más humillada y burlada. Esto es incluso peor que el día de mi boda, ya que ese día solo fue herido mi orgullo.
En este momento, mi corazón está roto en mil pedazos.
—Te vas aquí —me dice él, metiéndome al auto de su chófer. La forma en que me trata ahora es brusca, muy diferente a la delicadeza de los días anteriores.
—¿Todo fue una mentira? —le pregunto, deshecha.
David me dedica una mirada larga y extraña, carente de sentimientos.
—Eres tú una total y completa mentira —responde antes de cerrarme la puerta.
Intento bajarme, pero me doy cuenta de que los seguros están puestos. Lloro y golpeo el cristal una y otra vez, hasta que recuerdo que no debería ser yo quien suplique. David es quien me falló.
Una vez que el auto arranca, me llevo las manos al rostro y sollozo fuertemente. ¿Cómo pude ser tan idiota como para pensar en darle la noticia de que esperamos un bebé? Él no se lo merece, y nunca lo merece