David
—Aquí tiene, señor Ruiz —me dice el artesano cuando me entrega el collar—. Espero que sea de su agrado.
—Es excelente —le digo, admirado.
El diseño en papel ya era bueno, pero verlo materializado es aún mejor. Lo observo y toco desde diferentes ángulos, quedando asombrado por la hermosura de la piedra y de todos los detalles que tiene la cadena. Las pecas de Ámbar están bien representadas aquí.
—Sí, J.R. Oviedo es un genio. Me pregunto para quién es el…
—Es para mí, yo se lo solicité —le explico.
—Pues es hermoso. Lo felicito por su buen gusto.
—Gracias.
A pesar de que el hombre se marcha a cumplir con sus obligaciones, sigo embelesado con el collar, aunque no es precisamente eso lo que me mantiene en este estado. Sé que Ámbar no usa joyería demasiado extravagante, pero tengo la seguridad de que esto le gustará.
—Es muy hermoso —comenta Lucía, que ha llegado a mi lado sin que me diera cuenta—. ¿Es el que expondrá en la cena de Navidad?
—No, esto es un regalo que pienso dar —cont