LA BESTIA DE GEVAUDAN

8 de agosto del año 1763.

El odio, él, y el rechazo de una ciudad, y de los mismos pobladores, y el mero prejuicio, el corazón que se siente odiado, puede liberar su ira, y su brutalidad, como la vía de expresar su desamor, ilustrando así las más terribles venganzas del amor.

Los días habían pasado con calma en el condado, el furor de la muerte de Eloísa había disminuido, Eliza sintió como esos últimos días la paz, la había adornado por dentro, la bestia se había marchado al parecer, no había sentido ninguna sensación que expresase que la bestia mortal todavía estaba viva dentro de ella, todo aquello le producía cierta confusión, se levantó de la cama, se vistió rápido, y salió de la habitación, abrió una de las ventanas de la cabaña, al parecer había dormido todo el día, eran ya las seis de la tarde, busco a Ariel, y le pareció extraño que no estuviese en la casa, seguro está en algún lugar en el bosque pensó. Así que decidió tomar él té, se sentó en la mesa, y comenzó a pensar en el conde, sus recuerdos la conmovieron a tal grado que su interior parecía temblar por completo, el sonido del viento se oyó en las afueras de la cabaña, y un leve ruido se oyó fuera del lugar, Eliza se levantó de inmediato, sorprendida del ruido, tomo su aljaba y su arco y salió de la cabaña.

Delante de ella, estaba el cuerpo de Ariel colgado de los pies en uno de los árboles cerca de la cabaña, el cuerpo de Ariel no tenía la cabeza, solo tenía el cuerpo completamente manchado de sangre, Eliza sintió unas náuseas terribles, y vomito al instante, corrió de prisa hasta donde estaba el cuerpo de su hermano, y como si la hubiese muerto parte de ella, lloro a gritos al lado de él.  Por un instante cruzaron por la mente de Eliza la imagen de su madre siendo quemada, y ahora era su hermano, sabía que en poco tiempo también sería ella, bajo como pudo el cuerpo de Ariel, y a media fuerza cava un hoyo en las cercanías de la cabaña, y lo enterró.

 Eliza volvió a la cabaña débil, sentía que todo alrededor de ella daba vueltas, de sus ojos caían las lágrimas a cántaros. Sentía un dolor profundo, que lentamente se fue convirtiendo en un odio asesino, la fuerza del odio en su ser lentamente comenzaba a dominarla, a tal grado que hizo resucitar la terrible bestia que habitaba en su interior, pero esta vez Eliza ya no se resistió más, Eliza dejo que la bestia  la poseyera totalmente, sintió que esa vida común ya no tendría sentido para ella, lentamente Eliza se volvió una terrible bestia, que ya había dejado de sentir cualquier tipo de emoción, y ahora comenzaba a sentir cierto placer al hacer sentir dolor a su víctima, o lo que aplastase con sus manos. 

La enorme bestia Salió de la cabaña ya pasada las nueve de la noche, cruzo como un leopardo el bosque del conde Magnus, y cogió la senda que lleva a la ciudad, en sus ojos se podía notar la ira, y el odio, su olfato y su respiración inspiraban terror. En las afueras de la ciudad, en una pequeña granja, estaba la dulce niña Ivonne de largos cabellos dorados, y de piel clara, y de casi once años de edad, a la joven niña le encantaba, jugar en el patio de la granja, donde su padre había colocado un enorme cerca de madera, Ivonne correteaba dulcemente el pequeño pato que su madre le había regalado en su cumpleaños, el pequeño pato era de un color blanco como la nieve, y de alargadas alas, Ivonne tomo el pato de las alas, y lo acerco a su pecho, la niña abrazaba a su pato con tanta ternura que no escucho las pisadas de la enorme bestia que se había puesto detrás de ella. 

Por primera Eliza sintió que comenzaba a tener conciencia del porqué estaba a punto de cometer el terrible crimen, la bestia y Eliza comenzaban a unirse por vez primera en su ser, ahora en la mente de la bestia le quemaba el deseo de matar a la niña y devorarla, y en el ser de Eliza estaba alineada la idea de vengar a su hermano, y la idea de vengar a su madre, y aplastar a todo aquel que se opusiere al amor de ella y el conde dragón.

Pero en Eliza una seguridad se había creado, su odio y su venganza asesina no volvería atrás hasta que las gentes del condado de Gevaudan le aceptaran como la esposa del conde dragón. Rápidamente, se marcharon las ideas, y sin esperar más, la enorme bestia tomo la niña y le arranco los miembros y la devoro, dejando los pedazos del cuerpo regado por el patio de la finca.  La enorme bestia se quedó mirando por un instante en dirección de la casa, e instantes después volvió en dirección de la cabaña que estaba asentada en la finca del conde Magnus.  La bestia entró en la cabaña, entro de nuevo en el pequeño cuarto de la maga, y rápidamente se quedó dormida. 

El sol salió por primera vez en la cabaña, luego de largos días fríos, y grises con el cielo apagado, Eliza despertó casi al medio día, nuevamente con su cuerpo manchado de sangre, pero esta vez ya no le dio importancia, se levantó de la cama, se vistió y se sentó en la mesa de la sala, tomo el té, y se quedó mirando por la ventana de la cabaña que daba al bosque, sus ojos azules habían perdido ya el brillo, ahora parecían dos abismos muertos, a donde cualquiera que los ve, puede caer irremisiblemente. Eliza por un momento trato de pensar en el conde dragón, pero sintió que algo en ella no estaba bien, imagino su beso con él, y apenas sintió algo.

Los días pasaron como si nada para Eliza, que no fue a la cita con el conde, se sintió cómoda de sentirse sola, por primera reunió todo el ánimo y el valor que pudo, para ir a la ciudad sola, desde la última vez había jurado que no volvería a ese lugar, Eliza en gran manera odiaba a la gente del condado, pero la ciudad la parecía hermosa, de vez en vez solía ir a las colinas, pero ya había pasado muchos sustos, porque había decido estar más lejana en sí misma y en la cabaña. 

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