EL AMOR SE PROFUNDIZA.
Genoveva se olvidó de todo, y de la misma bestia, incluso se marchó de ella el dolor profundo de la muerte atroz de su hija, ella y el conde se entregaron a su deseo profundo que los quemaba como el fuego.
Ardían sus almas, como antorchas en el bosque, y no se detuvieron hasta que ese deseo profundo fue saciado totalmente.
La luz de la mañana era cálida, el sol había salido por vez primer luego que el cielo había permanecido como un tapete negro de cilicio, aquella mañana el canto de las aves, y trinar de los ruiseñores.
Alegraban la mansión del conde dragón, que abrió los ojos y vio que una rayo de luz blanco entraba en la habitación, se dio la vuelta y vio a su prima Genoveva que dormía plácidamente.
El conde se deslizó con sigilo debajo de las sabanas, como no deseando despertar a Genoveva, el conde camino en puntillas, y se duchó en su tina dorada, se vistió de sus mejores galas.
Pidió a uno de sus sirvientes que le preparase el mejor de los caballos, abrió de prisa un pequeño co