CAPÍTULO 3 — El mejor jefe.

Anastasia.

—¿Entonces? ¿Contratada, contratada? ¿O solo te pondrán a prueba?

Yo tuve que pasar el trago varias veces, los ojos de mis papás estaban sobre mí, mientras mis manos apretaban la carpeta de una forma exagerada contra mi pecho.

Y sí, tenía un contrato, uno que me ponía a prueba por tres meses, pero que el pago era escandaloso y no había forma de que ahora declinara.

—Ya saben… —finalmente dije—. Son tres meses de prueba y luego ellos decidirán… pero me pagarán muy bien…

Igor fue el primero en sonreír, y luego miró al techo y cerró los ojos.

—Hemos orado mucho y… Dios ha oído nuestras peticiones… te lo dije… había que confiar.

Por supuesto, me sentí en la inmunda ante sus palabras.

Mamá se levantó enseguida, y dejé que me rodeara en sus brazos. Aproveché el momento para también cerrar los ojos y pedir perdón. Pero esperaba que esto fuese transitorio, aunque las palabras de ese hombre aún rondaban en mi cabeza.

“Un pacto con el diablo, y nunca podrás salir de ello…”

—Tenemos que celebrar… todo el mundo debe saber que mi chica es exitosa…

Negué varias veces al escuchar a papá.

—No pá… de hecho debo comenzar mañana mismo… no tengo tiempo… —su rostro me mostró decepción, así que me adelanté—. Pero podemos aplazarlo para otro día…

Y sonrió.

—¿Puedes llevarme a comer helados? —me giré hacia Irina que había permanecido expectante y sonreí.

—Todos los que quieras…

—¡Yey…! —ella comenzó a correr por la casa, y no pude evitar que se me formara una sonrisa.

—Irina estará más fuerte, si tiene todas las medicinas para su anemia.

Mama asintió, y prontamente la cena fue servida.

Estaba terminando de secarme el cabello para ir a dormir, cuando mi teléfono sonó.

El número era desconocido, y, además, privado, y aunque no solía responder a estas horas, lo tomé sin más.

—Buenas noches…

—Asistente Kozlov…

Mis ojos se abrieron mucho.

Era él, mi jefe mafioso.

—Aquí estoy viendo… ¿Te llamas Anastasia? ¿Cómo una princesa de Disney? —tuve que retener mi respiración.

¿Por qué siempre sentía que se burlaba de mí?

—Señor… señor Kozlov… ¿Necesita algo? —intenté ser profesional.

—No… por alguna razón me traje tu carpeta y estoy leyendo el contrato que te prepararon… dime Anastasia… ¿Estás lista para la acción?

Parpadeé varias veces, y de hecho me golpeé la rodilla con la mesa de noche, pero reprimí el sonido.

—Señor… ¿Mañana debo ir a la empresa?

—No… vendrás conmigo… pásame tu dirección, un chofer pasará por ti…

Casi me atraganto con la saliva.

—Ammm. No, no hace falta… yo…

—Pásame una dirección…

Cerré mi boca y luego le dije:

—Ammm sí… bueno… le enviaré una pronto… también guardaré su número…

—Perfecto…

La llamada finalizó y me quedé mirando el teléfono por minutos, mientras mi cerebro pensaba rápidamente qué podía hacer.

Y por nada del mundo podía darle mi dirección, nadie podía venir a mi casa a buscarme y mucho menos ni el barrio, ni mi familia, debía enterarse de que trabajaba para un mafioso.

Tecleé rápidamente, y pensé en la estación de bus que quedaba a unos quince minutos de aquí, y recordé que también había una zona residencial solo una cuadra.

Tomé mis botas de frío, me puse un abrigo, y esperé que no hubiese un sonido para salir de la casa.

Pedí al cielo que me protegiera, y corrí todo lo que pude a la estación, y me detuve en una esquina donde comenzaban las casa en una fila. Envié la dirección actual de mi ubicación de G****e al número de mi jefe, y solo vi que lo leyó sin dar una respuesta.

Entonces solté el aire.

Al siguiente día estaba mirando mis pies, aquí mismo en la estación. No sabía a qué hora me recogerían, pero ya había pasado una hora desde que había llegado.

Cada vez que pasaba alguien que podía conocer, trataba de esconder mi rostro, hasta que un auto negro se detuvo frente a mí.

—¿Anastasia Ivanova?

Asentí rápido y subí al auto sabiendo que estos hombres todos vestían de la misma forma, y solo en cuestión de minutos, este auto se detuvo frente a una plaza de comida muy reconocida de Moscú, y luego me indicó:

—El jefe la espera dentro…

Rápidamente, salí del auto y me anuncié en la entrada, para que una empleada me señalara la mesa en donde estaba el señor Kozlov sentado en su traje formal.

Acomodé mis gafas, hoy me había hecho una trenza, ya que mi cabello era muy largo.

—Señor… —me puse delante de él apretando mis manos.

El hombre no me miró, solo hizo una seña de que me sentara sin quitar sus ojos de una Tablet, y por lo que vi, estaba viendo algunos titulares.

—Te reunieras con mi abogado, él te dará algunas indicaciones… y te explicará alguno de mis asuntos.

Mis dientes se apretaron en el momento.

Imagino que yo debía arreglar dichos informes financieros para él recurrentemente.

—¿Cuándo iré… a la oficina?

—No es muy necesario… estarás siempre conmigo… quiero que me asistas todo el tiempo… —en ese momento, el jefe dejó la Tablet y me miró.

Su ceño se frunció profundamente.

—No hace tanto frío… ¿Tienes mucho frío? —me miré la ropa que era causa de su mirada extraña, acostumbrara a usar suéter de cuello alto, de cierta forma me daban seguridad.

—Yo… suelo vestir así… —mi jefe alzó una ceja y sonrió.

—Bien… hay algo que necesito que sepas, Anastasia…

Por un momento, sentí que se me paralizaba el cuerpo, cuando él dejó incluso su taza, y me miró fijamente.

Sus manos se pusieron en pirámide, mientras sus dedos tocaban su boca, él tenía esa especie de mirada extraña que parecía aniquilarte, pero a la vez, mostraba esa sonrisa irónica que, de alguna forma, te hacía sentir extraña.

—Sí, señor escucho…

—Necesito gente de confianza a mi alrededor… gente que no me mienta, y sobre todo, que me respete… tú ya sabes para quién trabajas, y espero que no lo olvides con el pasar de los días, meses o años…

—No… yo… yo lo respeto…

—Demuéstralo… todo depende de ti… y créeme, Anastasia… soy muy buen jefe cuando quiero serlo… el mejor que jamás tendrás…

Por un momento me sentí tensa, sin embargo, podía escuchar mi conciencia, y ahora mismo, esta me decía que huyera cuanto antes. 

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