Zahar…
Nadie sabe lo que duele ver cómo un recuerdo puede ganarle a tu presencia.
No sabía cuánto tiempo llevaba de pie en ese pasillo angosto, oculta tras una de las columnas laterales, cuando escuché claramente la voz de Kereem por el auricular, aunque ya llevaba tanto tiempo escuchando y viendo en las transmisiones todo lo que había ocurrido.
Y escuché cada palabra. Escuché cuando preguntó por Sanem, cuando dijo que iría a verla. Escuché al médico decir que había sido un milagro que sobreviviera y escuché a Asad, más adelante, dando instrucciones para reforzar la seguridad… “También para ella”.
Para Sanem.
Me alejé despacio. El corazón me golpeaba el pecho como un tambor desafinado cuando tiré los auriculares y caminé sin rumbo fijo, sin entender bien si era dolor o furia, si eran celos o desesperación.
Sentí que algo me pinchaba el estómago. La rabia subió tan rápido por mi pecho que apenas podía respirar…
¿Por qué? ¿Por qué ella merece compasión?
La forma en que se acercó, el ton