Kereem…
Nunca fue tan difícil moverme. Había un caos total fuera del palacio y miles de llamadas por contestar. Necesitaba dirigirme al país en algún momento, pero lo que más necesitaba era ver a mi hermana, y Asad estaba haciendo todo un plan para salir a la clínica del palacio a unos kilómetros de mi ubicación.
Salí de la sala de seguridad con el pecho ardiendo, como si los restos de mi madre, los gritos de Janna y las carcajadas de Naim me perforaran por dentro. Estaba agotado, físicamente molido, pero con la mente volando, sin parar acerca de todo lo que tenía por hacer.
—Señor, salimos en diez minutos, aunque lo mejor sería quedarse dentro del palacio.
—No… —corté a Asad y lo miré—. Necesito que tú y todos tus hombres, Sharid, todos los que han estado en este plan, se tomen un descanso y no quiero que refuten.
—Imposible —Asad se posicionó frente a mí—. Si usted sale, debo cuidarle la espalda.
—Después de que regresemos de la clínica lo harás, es mi orden.
Asad solo me miró y fue