CAPÍTULO 72 AMOR Y REDENCIÓN
Llegamos al cóctel media hora más tarde de lo previsto. El salón del hotel estaba lleno de embajadores y empresarios, luces doradas y música suave.
Yo llevaba la cabeza en alto, con la mirada firme; Kereem, impecable, con traje oscuro y la mirada de quien manda incluso sin hablar.
Al llegar, nos detuvimos a saludar a un montón de personas mientras que Asad y los hombres iban como unas sombras detrás todo el tiempo, y básicamente pasó una hora y media después, cuando la vi, de pie, al otro lado del salón, junto a un hombre canoso.
—Kereem… —susurré apenas.
—Lo sé —respondió sin mirarla—. Está con su padre.
Me entrelazó los dedos y me guio con elegancia por entre los invitados, pero yo podía sentir la tensión en su cuerpo, y esa calma peligrosa que lo hacía tan temido.
Yo podía sentir su mirada afilada en mí; la había tenido mucho tiempo encima como para no darme cuenta de que nos seguía con la mirada, y para completar, después de la cena, la tuvimos, frente