CAPÍTULO 71 AMOR Y REDENCIÓN
Zahar…
Rael tiene ocho meses y ya manda.
Manda con una risa, con un llanto corto, con esos ojos negros que barren el cuarto y lo registran todo. Es Kereem en miniatura y a veces me da miedo lo claro que lo veo.
Estoy en la puerta de su habitación y no hago ruido. Kereem está en el piso con las piernas cruzadas y la camisa arremangada. El reloj le cuelga en la muñeca, y trae el cabello desordenado, pero lo hace ver tan perfecto que solo de verlo me estremezco.
No sé si sea la paternidad, pero he creado una fascinación por verlo con nuestro hijo.
Rael está apoyado en su muslo, mordiendo un camello de peluche como si fuera su enemigo.
—Así, mi guerrero —le dice Kereem, bajo—. Vas a ser fuerte y muy grande. Pero sobre todo… ojalá encuentres una mujer como tu madre.
Rael lo mira, no entiende las palabras, entiende el tono y se calma, mientras yo sonrío sin querer.
—Y cuando la encuentres —sigue Kereem, apoyando la frente en la del bebé—, te vas a volver loco de