El universo, suspendido en ese instante eterno de puro reconocimiento, se recompuso con violencia.
Los pasos apresurados, pesados, rompieron el hechizo. Dos figuras aparecieron de la oscuridad, armas levantadas, rugiendo maldiciones al ver a su presa inmovilizada pero viva, y al intruso que la cubría.
Gianni se movió antes de que Ivanka pudiera parpadear. Un giro fluido, que la mantuvo protegida bajo su cuerpo mientras su mano derecha, enguantada, ya empuñaba un Haladie, la daga curva de doble filo que parecía una extensión de su brazo.
El movimiento fue un relámpago de acero bajo la luz difusa. El primer atacante, se abalanzó con un grito.
El Haladie dibujó un arco perfecto, frío y letal. Un chasquido húmedo, un gurgullo ahogado, y la hoja encontró su garganta con precisión.
La sangre, caliente y repentina, brotó, salpicando la nieve blanca, la ropa negra de Gianni y la cara de Ivanka, que sintió el impacto viscoso, el olor metálico y dulzón invadiendo sus sentidos. El hombre cayó de