El despacho del Pakhan, una caverna de madera oscura, cuero envejecido y el peso del poder, contenía una atmósfera cargada.
Ivanka y Gianni ocupaban un amplio sofá de cuero negro, sentados juntos, pero no pegados. Un espacio respetable los separaba, aunque la electricidad del reciente enfrentamiento y la intimidad anterior aún zumbaba en el aire. Frente a ellos, tras el imponente escritorio, Viktor Volkov los observaba.
Su mirada azul, gélida y analítica, recorría cada detalle: la postura rígida pero desafiante de Gianni, la elegancia glacial de Ivanka, la forma en que sus manos descansaban cerca, pero sin tocarse... por ahora.
El silencio se extendió, denso, roto solo por el tictac de un reloj de péndulo. El Pakhan cruzó los brazos sobre el pecho, un gesto que hacía parecer aún más ancha su silueta. Carraspeó, un sonido seco que hizo que Ivanka levantara ligeramente la vista.
— Ustedes... — comenzó, su voz grave resonando en la estancia. Señaló con un movimiento brusco de su mentón p