Ivanna solo quería ser feliz, formar una familia junto al hombre que le prometía amor eterno, sin imaginar que él la abandonaría sin explicación, dejándola sola y esperando un hijo. El destino le ofrece una segunda oportunidad cuando conoce a Aziel, un hombre que, desde la trágica muerte de su esposa, ha vivido atrapado en el dolor y la soledad. Mientras Ivanna lo ayuda a sanar sus heridas, él le devuelve las ganas de vivir, despertando en ambos una esperanza inesperada. Pero cuando fantasmas del pasado regresan, Ivanna y Aziel se verán atrapados en un "Juego del Destino" que podría cambiarlo todo.
Ler maisEl reloj marcaba las 8:00 p.m. en el pequeño apartamento de Ivanna, un espacio modesto, lleno de recuerdos y promesas rotas. Todo estaba en silencio, solo el eco de su respiración y el leve zumbido del refrigerador rompían la quietud. En sus manos, una carta arrugada temblaba como un reflejo de su propio interior.
"No puedo hacerlo, Ivanna. Lo siento." Esas palabras parecían flotar, suspendidas en el aire, mientras el peso de la traición se hundía en su pecho. Cerró los ojos y tomó aire, tratando de contener las lágrimas. Pero era inútil. La tristeza era un torrente imparable que la inundaba, y el dolor se clavaba profundo, más allá de lo físico, más allá de la razón. Lo había amado, había soñado con construir una vida juntos, una familia. Pero ahora estaba sola, sola y esperando a su hijo. Ivanna se llevó una mano al vientre, como si el simple gesto pudiera brindarle algo de consuelo. Su mente vagaba en el "por qué", intentando buscar respuestas en la nada. Se acercó a la ventana, dejando que las luces de la ciudad parpadearan ante ella, reflejando el vacío que sentía en su interior. Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, Aziel ajustaba su reloj mientras se preparaba para salir. Era una salida sin ganas, motivada únicamente por las súplicas de un viejo amigo que le insistía en que se merecía una oportunidad de rehacer su vida. Pero para Aziel, la palabra "vida" había perdido significado desde la muerte de su esposa. Los días se sucedían en una monotonía fría y calculada, y cada rincón de su casa era un recordatorio de lo que alguna vez fue. En su mesa de noche, una foto de su esposa le devolvía una mirada dulce y cálida, una imagen congelada en el tiempo. Al llegar al café, miró alrededor, sintiéndose extraño y fuera de lugar. Observó a las personas que reían y conversaban, sintiéndose ajeno a esa alegría. Su amigo hablaba, pero Aziel apenas escuchaba. Su mirada se desvió, perdiéndose en la multitud, cuando vio a una mujer de pie junto a la puerta. Había algo en ella... algo triste y frágil, algo que despertaba una curiosidad que no había sentido en mucho tiempo. Ivanna, todavía algo desorientada, entró en el café para refugiarse del frío. Unas pocas miradas se dirigieron hacia ella, pero solo una se mantuvo. La de Aziel. Al pasar junto a su mesa, su bolso se deslizó de su hombro y cayó al suelo, esparciendo algunas pertenencias. Aziel se levantó sin pensarlo y se agachó para ayudarla, recogiendo una libreta y un pequeño llavero con una inicial grabada. —Gracias —murmuró Ivanna, levantando la mirada hacia él. Sus ojos reflejaban algo que Aziel reconoció de inmediato: una tristeza conocida, una pérdida profunda. —No hay de qué —respondió él, sosteniéndole la mirada un segundo más de lo necesario. En ese breve instante, algo en su interior, esa quietud que le rodeaba desde hacía años, pareció agitarse levemente. Se quedaron ahí, en silencio, rodeados del bullicio del café, sin saber bien qué decir. No había palabras que describieran lo que ambos sentían en ese momento. Ella notó que él también llevaba consigo algo de dolor, una carga silenciosa que solo aquellos que han sufrido son capaces de reconocer. Era como mirarse en un espejo. Finalmente, Ivanna esbozó una leve sonrisa de cortesía y se disculpó antes de seguir hacia la barra. Aziel la siguió con la mirada, sin entender por qué ese breve encuentro le había dejado una huella. Al pedir su café, Ivanna se sintió extrañamente tranquila, como si el simple hecho de cruzarse con alguien en quien podía ver un reflejo de su propio dolor la hubiera aliviado. De regreso a su asiento, miró hacia la mesa de Aziel, pero él ya se había marchado, dejando solo la silla vacía y el recuerdo de una breve conexión. "Quizás la vida no sea solo dolor," pensó, sintiéndose un poco más ligera. La tristeza seguía ahí, pero algo en su interior, una pequeña chispa, le decía que aún podía haber esperanza. Por su parte, Aziel caminaba de vuelta a su hogar, sintiendo que, después de mucho tiempo, algo dentro de él se había movido. Quizás, solo quizás, el destino había puesto en su camino a alguien que también necesitaba sanar.Cuando la vi en el elevador pensé que estaba alucinando. "Ella, aquí." ¿Cuántas posibilidades había de que nos encontráramos tres veces en un solo día? Mis pensamientos se entremezclaban, pero no era el lugar ni el momento para analizarlo. Frente a nosotros su amiga y ella murmuran algo mientras ríen. Al abrir sus puertas el elevador su compañera entrelaza su brazo con el de ella y caminan en dirección a la salida. —¿Qué vamos almorzar? —Pregunta Marlon a mi lado. —No lo sé, dejemos que ella decida. Señaló en dirección a la entrada en donde con una gran sonrisa corre hacia nosotros mi querida hermana. —¡Par de tontos! —Entrelaza su brazo del mío —. Aquí cerca han abierto un restaurante italiano, ¿podemos ir allí? —Lo que la consentida pida —Responde Marlon y ella sonríe. Subimos a mi auto y llegamos rápidamente al restaurante. Al entrar observó la mesa frente a nosotros y está ella allí junto a su compañera dándome una mirada de pocos amigos. Si compañera se gira y al verme
Mi pulso aún late desbocado cuando se van. Me quedo quieta en mi lugar, tratando de digerir lo que acaba de pasar. Apenas puedo creer que él se ha detenido justo frente a mí, que sus ojos me han mirado de esa forma tan... penetrante, como si quisiera encontrar algo en mi interior.Cuando me extendió la mano, apenas pude mantenerme en pie. Sentí como si mi piel respondiera a su toque de una manera que no podía controlar; un escalofrío, un temblor que intenté disimular a toda costa. Pero, ¿quién era él para mirarme así? El hijo del dueño, el próximo en la línea. Aziel Cárter. Un hombre con todo el poder, y aun así, había algo en su mirada... algo que parecía reflejar una vulnerabilidad oculta.Pero no debo pensar en él de esa manera. No puedo permitírmelo. Me repito esa advertencia, casi como un mantra, mientras intento retomar el aliento. ¿Qué podría buscar él en alguien como yo? Soy solo una asistente más en este enorme engranaje. He aprendido a desaparecer, a no llamar la atención, a
Las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia, apagándose y encendiéndose como el eco de mis propios pensamientos. Había subido a la azotea buscando un respiro, un lugar donde nadie me exigiera nada, donde pudiera simplemente observar desde la distancia y sentirme en paz. Pero ese pequeño instante de tranquilidad se esfumó demasiado rápido.Ella apareció.No podía entender por qué sus ojos me habían capturado de esa forma. En ese breve intercambio, durante la reunión, vi algo que me desconcertó. Dolor, sí, eso era evidente, pero también algo más profundo. Una intensidad que reconocí de inmediato, porque alguna vez yo también me había sentido así. Esa mirada de alguien que sigue de pie solo por pura resistencia, como si estuviera luchando contra una tormenta de la que no tiene escapatoria.Apreté la mandíbula, sintiendo una frustración inexplicable conmigo mismo. Había aprendido a levantar muros, a mantener la distancia, a no dejar que nada ni nadie se acercara lo suficiente para
La vida continuaba, y no podía quedarme encerrada en mi apartamento cuando las cuentas seguían llegando y una vida crecía dentro de mí.No podía darme el lujo de faltar al trabajo, sobre todo después de solo un mes de haber empezado. No podía quedar mal con Lucero después de que se esforzó tanto para conseguirme un puesto en la misma empresa donde ella trabaja.Me doy una última mirada en el espejo para asegurarme de que el maquillaje haya cubierto las ojeras y la hinchazón de mis ojos. Luego de un suspiro profundo, salgo de mi pequeño apartamento y camino hacia la parada de autobús, logrando subirme justo a tiempo. El trayecto se me hace eterno, pero finalmente llego a la compañía.Saco del bolsillo mi gafete, lo coloco en el borde de mi blazer, mostrando mi foto y mi nombre. Paso por recepción, murmurando un "buenos días", y tomo el elevador, marcando el piso de producción. Apenas al pisar la planta, me topo con Lucero.—Te estuve llamando anoche, ¿por qué no contestaste? —me mira f
El reloj marcaba las 8:00 p.m. en el pequeño apartamento de Ivanna, un espacio modesto, lleno de recuerdos y promesas rotas. Todo estaba en silencio, solo el eco de su respiración y el leve zumbido del refrigerador rompían la quietud. En sus manos, una carta arrugada temblaba como un reflejo de su propio interior."No puedo hacerlo, Ivanna. Lo siento."Esas palabras parecían flotar, suspendidas en el aire, mientras el peso de la traición se hundía en su pecho. Cerró los ojos y tomó aire, tratando de contener las lágrimas. Pero era inútil. La tristeza era un torrente imparable que la inundaba, y el dolor se clavaba profundo, más allá de lo físico, más allá de la razón. Lo había amado, había soñado con construir una vida juntos, una familia. Pero ahora estaba sola, sola y esperando a su hijo.Ivanna se llevó una mano al vientre, como si el simple gesto pudiera brindarle algo de consuelo. Su mente vagaba en el "por qué", intentando buscar respuestas en la nada. Se acercó a la ventana, de
Último capítulo