Aitana se miraba al espejo con la misma mezcla de ternura y miedo que llevaba cargando desde hacía meses. Su cuerpo, con las curvas modificadas por la vida que crecía en su interior, ya no era el mismo de antes. La ropa le quedaba diferente. Sus pechos, su cadera, su vientre... todo hablaba del cambio. Pero lo que más había cambiado, era algo que no podía verse: su espíritu.
Hasta ese día, había ocultado su embarazo bajo blusas amplias, chaquetas largas, poses estratégicas. Por miedo a perder clientes. Por temor a los comentarios. Por culpa. Por las dudas que Iker y su círculo habían sembrado como veneno en su interior.Pero esa mañana, algo dentro de ella se transformó, su hija merecía que estuviera orgullosa de su maternidad. O tal vez, era el pensamiento necesario, se liberó.Abrió su galería de fotos y revisó una imagen que se había