Aitana se miró en el espejo una última vez. Su reflejo le devolvía una imagen que ya no le parecía suya: pestañas largas, labios con brillo durazno, el cabello recogido en un moño pulido con dos mechones sueltos que caían con intención sobre sus mejillas. El vestido negro con escote en V le acariciaba la silueta con disimulo, ocultando apenas el leve abultamiento de su abdomen de casi tres meses. Ella misma se había aplicado un esmalte gel "nude" con delicados cristales en la uña del anular -un toque discreto pero elegante. Su sello personal. El mismo que tantas clientas le pedían.
Respiró hondo y se dijo en voz baja:-Hoy se lo digo. No más vueltas, no más excusas.Habían pasado días desde que Iker le envió aquel mensaje:"Este jueves. Ceno contigo, solo tú y yo. Lo necesito."Había leído esas palabras tantas veces que